Image::MR ADRIAN STEIRN PHOTOGRAPHER © CAPE TOWN::
La fotografía arriba publicada,
autoría de Adrian [Steirn], muestra a un hombre que no observa su rostro, sus
imperfecciones, sus arrugas, su pelo cano o el paso del tiempo a través del
espejo. El personaje arriba fotografiado te observa directamente, con una
mirada que, de estar ahí mismo, en ese instante, te dejaría gélido, donde
difícilmente podrías controlar el pulso para mantener una cámara fotográfica en
su sitio… primero por esa mirada honesta, penetrante y directa, cuyo dueño sabe
perfectamente lo que hace, como escudriñándote cada centímetro, y no es
cualquiera. No se trata de un actor de Hollywood del montón, ni de un anciano
que ha vivido algunas de las experiencias más notables que cualquier ser humano
pudiese experimentar, ni de un hombre que cogiendo un teléfono pudiese apagar
una guerra civil en cualquier parte de su propio continente. Si fueses
fotógrafo, y estuvieses frente a aquella imagen, con ese hombre mirándote a la
cámara, no podrías sentir otra cosa que tu propia pequeñez, la más absoluta
insignificancia. ¿Por qué? Porque te encontrarías fotografiando a uno de los
hombres más importantes y fundamentales para entender la historia de este
siglo, y si no te bastase, uno de los hombres más brillantes y humildes que
hoy, saca lágrimas de hasta el más frío de los hombres, y con justa razón… MRNelson Mandela.
El próximo domingo será su
funeral, y la mitad de los jefes de Estado del planeta han confirmado su
asistencia. Los medios de comunicación de la totalidad del globo terráqueo
cubren sin parar su fallecimiento y su figura, y los ciudadanos del mundo entero,
ricos y pobres, jóvenes y ancianos de todas las lenguas, culturas y razas no sólo
sienten y expresan la amargura por su deceso, sino que se han quitado el
sombrero en homenaje a ese hombre. Por una vez en la historia universal
reciente, la totalidad del globo se silenciará durante un minuto solamente por
él: Mandela. Un político que sin más apoyo que su propia convicción, cambiaría
la historia de un país y haría que blancos y negros se abrazaran cariñosamente
transformando al mundo entero en pos de la aceptación por la libertad, la paz y
entendimiento mutuo valiéndose de los sentimientos más puros de la raza humana
para con ella misma. Brillante estratega, caballero como ninguno y dueño de una
sonrisa fácil y extraordinaria capacidad de persuasión, Mandela quebró el
corazón de hasta los más rígidos de los desgraciados de su tiempo, con la única
finalidad de pasar por encima de todos, personas, instituciones y la misma
historia para lograr lo que se traía entre manos, y lo hizo como prácticamente
ninguno. Mandela.
El Apartheid sudafricano, la más
desagradable manifestación del odio por la diferencia tras el horror nazi, no
fue enterrado por un grupo de países aliados, sino por un solo hombre: él, y no
usó armas. En eso radica fundamentalmente su importancia. Mandela evitó él solo
una carnicería y usó a su favor, desde la más absoluta soledad y ostracismo
desde detrás de unas rejas, a las celebridades, los medios, la opinión popular
y los nombres más importantes de la política y la intelectualidad de su siglo
para salir de una cárcel rodeada de tiburones por la puerta grande, convertirse
en presidente de su país y manipular un partido de rugby para lograr la unidad
de un país que rozaba en lo maquiavélico para convertirlo en una democracia
creíble, y de ahí, expandir lo suyo por el resto del mundo con una eficacia que
ni la mejor agencia de comunicación, manteniendo para ello las formas más
sofisticadas de la elegancia y la clase, las que sacaban buenas carcajadas del
resto del triunvirato conformado, aparte de él, por la reina Elizabeth de Inglaterra y Fidel Castro, probablemente, los únicos tres personajes vivos que
logran hacer levantarse a todo el mundo ante su paso… Dicen que el poder es así…
es pura clase, al fin de cuentas…
Será un privilegio, este próximo
domingo, para toda nuestra cultura y nuestras generaciones, de viejos, adultos
y jóvenes, presenciar los funerales de él, de Mandela, y sonreír porque ese
tipo existiese y porque haya hecho lo que hizo como el más grande de los
cabrones, y como probablemente, uno de los mejores sujetos que hayan pasado por
este mundo, y que podamos ser testigos de aquello, para volver a reafirmarnos,
como raza humana, que no podemos permitir ni tolerar, nunca jamás, que se
cometan esas injusticias, como el Apartheid, o el nazismo, o a desquiciados como
los dictadores del mundo árabe, el sudeste asiático o la Korea dividida. Y si
alguna vez, estimados lectores, tienen el privilegio de visitar Sudáfrica,
caminar por sus calles y pese a las brechas sociales, ver a negros y blancos
caminar por sus calles en paz, y pasárselo en grande, sin diferencias, podrá
sonreír, y saber, por haberlo conocido, que todo aquello fue, simplemente,
gracias a él. Mandela. Muchas gracias… por todo. Fuiste pura clase.
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